Washington, D.C. – El presidente Donald Trump ha anunciado recientemente la implementación de un registro obligatorio para inmigrantes indocumentados en Estados Unidos. Esta medida, que afectará a aproximadamente 11 millones de personas, exigirá que los inmigrantes proporcionen información personal detallada, incluidas huellas dactilares y direcciones residenciales. Quienes no cumplan con este requisito podrían enfrentar multas de hasta $5,000 y penas de cárcel de hasta seis meses.
La administración Trump ha justificado esta iniciativa como parte de sus esfuerzos para reforzar las leyes de inmigración y mejorar la seguridad nacional. Según el Departamento de Seguridad Nacional (DHS), el registro tiene como objetivo identificar a los inmigrantes que no han tenido interacciones previas con el gobierno, permitiendo un seguimiento más efectivo de su estatus migratorio. Los inmigrantes tendrán un plazo de 30 días para registrarse desde el lanzamiento del sitio web designado para este propósito.
Además del registro, el presidente Trump ha propuesto la venta de permisos de residencia, conocidos como “golden visas”, a cambio de una inversión de $5 millones en proyectos dentro de Estados Unidos. Este programa busca atraer inversiones extranjeras y ofrece a los inversores la posibilidad de obtener la ciudadanía estadounidense.
Estas medidas han generado un intenso debate a nivel nacional. Defensores argumentan que fortalecerán la seguridad y garantizarán que todos los residentes cumplan con las leyes estadounidenses. Sin embargo, críticos advierten sobre posibles violaciones de derechos civiles y temen que el registro pueda ser utilizado para facilitar deportaciones masivas. Organizaciones de derechos humanos han expresado su preocupación por el impacto que estas políticas podrían tener en las comunidades inmigrantes, especialmente en lo que respecta a la privacidad y la seguridad de la información recopilada.
Históricamente, Estados Unidos ha implementado registros similares en momentos de tensión nacional. Durante la Segunda Guerra Mundial, se establecieron registros para ciudadanos de países enemigos, y tras los ataques del 11 de septiembre de 2001, se implementó un programa de registro para hombres de ciertos países de mayoría musulmana. Estas iniciativas fueron objeto de controversia y, en algunos casos, posteriormente desmanteladas debido a preocupaciones sobre discriminación y eficacia.
La implementación de este nuevo registro representa un cambio significativo en la política migratoria de Estados Unidos y plantea importantes interrogantes sobre sus implicaciones legales y sociales. Mientras la administración Trump avanza con estas propuestas, es probable que se enfrente a desafíos legales y a una creciente oposición por parte de grupos defensores de los derechos de los inmigrantes y sectores de la sociedad civil.